En pleno corazón de Japón del siglo XVI, durante el período Sengoku, un extranjero de piel obscura se convertiría en leyenda. Su nombre era Yasuke, un hombre africano que, inesperadamente, se alzó como guerrero en la corte del poderoso daimyo Oda Nobunaga.
Esta es la historia real del guerrero a quien muchos llaman el “samurái negro” en el país del sol naciente. Su vida transcurrió entre guerras, traiciones, rituales de honor y encuentros entre Oriente y Occidente que marcaron el rumbo del Japón medieval.

De África a Japón: la llegada de Yasuke
La primera escala del viaje de Yasuke en Japón fue el puerto de Kuchinotsu, en la isla Kyushu. Allí desembarcó acompañando como esclavo al jesuita Alessandro Valignano, enviado por Roma para supervisar la labor misionera en Asia.
Su imponente figura de casi dos metros de altura y su piel obscura despertaron asombro en los locales, aún suficientemente ignorantes del mundo fuera de su país como para que muchos, influenciados por el folklore nipón, creyeron que se trataba de un oni, una especie de demonio mitológico.
Valignano aprovechó la curiosidad para establecer relaciones y fundar un seminario en Kuchinotsu a cambio de armas y municiones. Poco después se trasladaron a Nagasaki, bastión del cristianismo japonés. Allí, Yasuke no solo fue escolta personal del misionero, sino también instructor de milicias cristianas y guía diplomático.
Su dominio del japonés y su disciplina marcial le granjearon respeto entre los locales.
El encuentro que lo volvería historia
La vida de Yasuke dio un vuelco en 1581, cuando los jesuitas se instalaron en Kioto gracias al permiso de Oda Nobunaga, quién era el hombre más poderoso de Japón y veía en el cristianismo una forma de contrarrestar el poder del clero budista.
Durante una entrada ceremonial en la capital imperial, Yasuke encabezó una procesión junto a iconos religiosos y niños disfrazados de ángeles. Su presencia provocó revueltas, incitadas por sacerdotes budistas, pero también captó la atención del propio Nobunaga.
Impresionado por la figura de Yasuke, Nobunaga le invitó a su corte. Al principio, creyendo que su color de piel era algún truco, trató de quitarle la “tinta” con una brocha, pero al descubrir que no, quedó fascinado. Entonces Yasuke le narró sus aventuras en un japonés fluido, sellando su destino.
El daimyo solicitó formalmente que le fuera dado por los jesuitas. Así, fue admitido como miembro en el clan Oda, recibiendo un estipendio, una residencia y el derecho a portar armas. Su presencia impactó tanto que fue usado como símbolo de poder e influencia en audiencias, inspecciones y hasta torneos de sumo, donde demostró su fuerza venciendo a sus contrincantes fácilmente.

Durante el año 1582, Yasuke acompañó a Nobunaga en su campaña contra los ninjas de Iga. Tras una emboscada que casi le cuesta la vida al daimyo fue él quien, espada en mano, salvó a su señor de una explosión y de un ataque sorpresa. Con este acto heroico, se convirtió en su guardaespaldas más confiable.
Luego, participó en la campaña contra el clan Takeda, que culminó con la ejecución del rival y la consolidación del dominio Oda en gran parte de Japón.
Yasuke estuvo siempre al lado de Nobunaga, compartiendo también victorias y momentos de paz, como los días en el castillo de Azuchi.
La traición en el templo Honno-ji
En junio de 1582 el destino daría un giro trágico. El general Akechi Mitsuhide, resentido con Nobunaga, atacó Kioto con 13.000 hombres. Aprovechando que el daimyo estaba desprevenido, lo cercó en el templo Honno-ji. Yasuke luchó ferozmente junto a su señor, defendiendo el lugar.
Las fuentes difieren sobre lo ocurrido después...
Algunos afirman que Nobunaga cometió seppuku —ritual de suicidio samurái— acompañado por Yasuke, quién luego se uniría a las fuerzas del hijo, Oda Nobutada, continuando la resistencia y finalmente, unos sugieren que fue capturado y entregado a los jesuitas, ya que al no ser japonés no debía ser ejecutado como tal.
Otros dicen que escapó tras la caída de su señor.
Sea como fuere, Yasuke desaparece de los registros oficiales tras ese día, pero permanece envuelto en leyenda.
¿Fue realmente un samurái africano?
Aunque sirvió al poderoso daimyo Oda Nobunaga durante el turbulento período Sengoku, su estatus como samurái es objeto de debate entre historiadores. Según registros históricos, Nobunaga quedó impresionado por la presencia y habilidades de Yasuke, otorgándole una casa, espada y estipendio, lo que indica un reconocimiento significativo. Pero algunos expertos señalan que no hay evidencia concluyente de que Yasuke haya recibido el rango formal de samurái (shibun).
Pese a ello, en la cultura japonesa contemporánea, Yasuke es frecuentemente considerado o llamado samurái, debido a su valentía y lealtad demostradas en batalla que nada tenía que envidiar a los Samurai más famosos y reconocidos.

Un legado eterno
Su historia no es solo una anécdota exótica del Japón feudal. Es testimonio de un hombre que cruzó continentes, culturas e idiomas, para convertirse en algo más que un servidor: fue un guerrero, símbolo de respeto y honor, en una sociedad cerrada y ritualista.
Hoy, su figura ha sido reivindicada en novelas, documentales, películas, animes e incluso una serie de Netflix, sin embargo, su legado va más allá de la ficción. Yasuke representa la conexión real entre África y Japón, en una era marcada por guerra y fe.
En esa época donde las fronteras culturales eran murallas casi infranqueables, Yasuke rompió todos los moldes. Fue esclavo, criado, guardaespaldas, guerrero y finalmente, según algunos historiadores, samurái, la máxima expresión del honor en el Japón feudal. A través de su espada, lealtad y valentía, conquistó el respeto de uno de los hombres más poderosos de su tiempo.
Aunque no se puede afirmar con certeza que haya sido samurái en el sentido formal del término, su papel destacado en la corte de Nobunaga y su participación activa en eventos clave de la época, le han otorgado un lugar especial en la historia japonesa.
Su legado perdura como símbolo de valentía y lealtad, siendo reconocido y celebrado en diversas manifestaciones culturales contemporáneas.













