Para muchos, Hattori Hanzō es un nombre reconocido por su mención en Kill Bill, sin embargo, es un personaje histórico clave en la unificación de Japón, que combina lo mejor de dos mundos que antes y después de él resultan aparentemente incompatibles: el de los leales guerreros samurai de firmes principios y el de los habilidosos ninjas invisibles y letales.
Su legado no solo sobrevive en libros y templos, sino también en películas, cómics, videojuegos y en la imaginación de millones de fanáticos.
Desde la estrategia militar hasta la estética cinematográfica, Hanzō representa al guerrero perfecto, capaz de moverse en las sombras, proteger a los inocentes y mantenerse leal a sus ideales.
Os invito a conocer más sobre este particular guerrero a quien Tarantino quiso rendirle homenaje de manera sutil.

Hattori Hanzō: El único ninja samurai conocido de Japón
Hattori Hanzō, también conocido como Hattori Masanari, nació en 1542 en la provincia de Mikawa, Japón. Fue un samurái fiel y ninja insuperable, al servicio del clan Tokugawa durante el periodo Sengoku, una era de conflictos y guerra civil en el Japón.
Su padre, Hattori Yasunaga era un guerrero reconocido y Hanzō heredó tanto el conocimiento militar como las técnicas de espionaje y el arte del sigilo del clan Iga, ninjas legendarios del pueblo en que nació.
Desde joven demostró habilidades excepcionales en el combate cuerpo a cuerpo y el uso de la katana. Era un gran explorador, experto en tácticas no convencionales y estrategias de infiltración. Gracias a su astucia y valentía, fue apodado “Oni no Hanzō” (Demonio Hanzō) por sus enemigos, que temían sus incursiones nocturnas y su capacidad para aparecer y desaparecer como fantasma.
Aunque es recordado como ninja, también fue un hábil comandante militar. Su lealtad al futuro shōgun Tokugawa Ieyasu, a quien sirvió fielmente como Samurai, fue fundamental para consolidar el poder del clan Tokugawa, que gobernaría Japón durante más de 250 años.
Además de sus habilidades en el campo de batalla, dominaba técnicas como el kawarimi no jutsu (técnica de sustitución), y el uso de venenos, disfraces y trampas que confundían al enemigo. Su estilo de combate combinaba la sorpresa y la astucia, llevando el arte ninja al máximo nivel.
Su capacidad para realizar misiones de infiltración y sabotaje era tan notable que su nombre no sólo generaba temor, sino también respeto entre los enemigos.
Las crónicas mencionan su liderazgo como uno de los factores clave para que el clan Tokugawa pudiera consolidar su dominio en un Japón aún fragmentado.
Las hazañas de Hattori Hanzō sirviendo al Clan Tokugawa
Uno de los hechos más destacados fue su lealtad a Tokugawa Ieyasu, uno de los señores feudales más influyentes de Japón, quien eventualmente se convertiría en shōgun y unificaría el país. Hanzō no solo protegió a Ieyasu en numerosas batallas, también lo ayudó a escapar de situaciones extremadamente peligrosas.
Entre los sucesos en su vida, destaca cuando escoltó al hijo de Ieyasu a través de territorio enemigo, atravesando peligrosas rutas con total sigilo. Gracias a sus conocimientos del terreno y su red de ninjas del clan Iga logró llevarlo a salvo, consolidando su reputación como protector leal.
También ayudó a rescatar a la familia del señor Tokugawa tras la traición de Oda Nobunaga. Estas acciones le ganaron un lugar privilegiado como guardaespaldas y estratega.
Incluso hoy en día, en Tokio, la puerta Hanzō (Hanzōmon) en el Palacio Imperial y la línea de metro Hanzōmon Line llevan su nombre, rindiendo homenaje a su legado.

Importantes batallas históricas del Japón feudal donde participó Hattori Hanzō
Hanzō participó en varias batallas decisivas durante el período Sengoku, incluyendo:
· La Batalla de Mikatagahara (1572): donde utilizó tácticas de guerrilla para hostigar al ejército de Takeda Shingen, poderoso daimyō del este de Japón.
· El incidente del castillo de Fushimi (1582): sus acciones ayudaron a garantizar la retirada segura de Tokugawa Ieyasu tras el asesinato de Oda Nobunaga.
· La defensa del clan Tokugawa: durante el proceso de unificación de Japón, Hanzō desempeñó un rol decisivo como jefe de seguridad del clan, organizando rutas secretas y red de espías.
· La Batalla de Komaki y Nagakute (1584): donde colaboró con los generales del clan Tokugawa en maniobras defensivas y ofensivas clave.
· La Batalla de Sekigahara (1600): su experiencia estratégica y su red de ninjas fue esencial para interceptar mensajes enemigos y asegurar rutas seguras para el ejército de Ieyasu.
La espada de Hattori Hanzō
Como todo gran guerrero del Japón feudal, poseía una espada digna de su estatus.
Era un apasionado de las espadas japonesas fabricadas en la provincia de Mino (actual prefectura de Gifu). Se dice que una de sus espadas más apreciadas fue forjada por Naoe Shizu, maestro herrero del período Nanboku-chō. Esta katana, caracterizada por su hoja ancha, su gran curvatura y su patrón de forjado que combina itame y nagarehada, era tan hermosa como letal y, en un gesto que refleja su nobleza, la regaló a Kaji Kinpei Katsutada, vasallo de Honda Tadakatsu, otro de los grandes generales de Tokugawa, acto que demuestra tanto su generosidad como su lugar central en la red de lealtades y alianzas que definían la política samurai.

Su legado en la historia samurái y la cultura pop
El legado de Hanzō fue tan significativo que su nombre figura en el famoso Pergamino colgante de los Dieciséis Generales Celestiales de Tokugawa (Tokugawa Juroku Shinsho). Este grupo reunía a los más fieles y poderosos vasallos que sirvieron a Tokugawa Ieyasu durante la unificación de Japón. Muchos de ellos, como Hanzō, habían servido a Ieyasu desde la pacificación de la provincia de Mikawa.
Sus retratos aparecen en templos y pergaminos con disposición ceremonial, representando la jerarquía de confianza del shōgun. Que ocupe un lugar en esta lista es testimonio de su contribución no solo como guerrero, sino como figura estratégica dentro del nuevo orden. Fue uno de sus pilares silenciosos, operando desde las sombras con la misma eficacia con la que sus compañeros lo hacían en el frente de batalla.
El legado de Hattori Hanzō sigue vivo tanto en la historia japonesa como en la cultura pop, donde su nombre sigue siendo sinónimo de honor, sigilo y lealtad.













